En MIT Press Reader, el investigador de IA, Blaise Agüera y Arcas, desarrolla un argumento, con la ayuda de Alan Turing (1912-1954) y John von Neumann (1903-1957):

En 1994, una extraña máquina pixelada cobró vida en la pantalla de un ordenador. Leyó una serie de instrucciones, las copió y construyó un clon de sí misma, tal como lo había predicho medio siglo antes el polímata húngaro-estadounidense John von Neumann. Fue una demostración impactante de una idea profunda: que la vida, en esencia, podría ser computacional.

Aunque esto rara vez se valora plenamente, von Neumann fue uno de los primeros en establecer un vínculo profundo entre la vida y la computación. La reproducción, al igual que la computación, demostró, podía ser llevada a cabo por máquinas que siguen instrucciones codificadas. En su modelo, basado en la Máquina Universal de Alan Turing, los sistemas autorreplicantes leen y ejecutan instrucciones de forma muy similar a como lo hace el ADN: «si la siguiente instrucción es el codón CGA, entonces añade una arginina a la proteína en construcción». No es una metáfora llamar al ADN un «programa»: es literalmente así.

“¿Es la vida una forma de computación?”, 22 de septiembre de 2025

Excepto por una cosa

Como él mismo afirma, la vida es mucho más compleja que la computación:

La computación biológica es masivamente paralela, descentralizada y ruidosa. Nuestras células contienen alrededor de 300 trillones de ribosomas, todos funcionando simultáneamente. Cada una de estas fábricas de proteínas flotantes, de una complejidad exquisita, es, en efecto, una pequeña computadora, aunque estocástica, es decir, no totalmente predecible. Los movimientos de sus componentes articulados, la captura y liberación de moléculas más pequeñas y la manipulación de los enlaces químicos son individualmente aleatorios, reversibles e imprecisos, impulsados ​​en todas direcciones por el constante movimiento térmico. Solo una asimetría estadística favorece una dirección sobre otra, con ingeniosos movimientos de plegado que tienden a «fijar» ciertos pasos, de modo que el siguiente paso se vuelve más probable.

Abrumado, uno se queda con solo dos preguntas: ¿Cuántos genios de la informática hicieron falta para producir siquiera una pequeña parte de esta complejidad? ¿Y cuán prodigiosa debe ser la mente que diseñó todo esto? No tiene sentido hablar aquí de actividad espontánea o de simple azar. Todos sabemos que estos elementos de la naturaleza no producen máquinas complejas, ni vivas ni inanimadas.

Definición de inteligencia

Agüera y Arcas, vicepresidente y miembro de Google, donde es director de tecnología de la división de Tecnología y Sociedad, es autor del próximo libro What Is Intelligence?  [¿Qué es la inteligencia?] (MIT Press 2025), del cual se adapta este artículo. Celebra el desarrollo de ordenadores que se liberan de las limitaciones anteriores:

La computación no requiere un procesador central, puertas lógicas, aritmética binaria ni programas secuenciales. Existen infinitas maneras de computar y, lo que es fundamental, todas son equivalentes. Esta idea es uno de los mayores logros de la informática teórica.

Estas nuevas máquinas no parecen haberse liberado de la necesidad de programadores inteligentes en algún momento del proceso. ¿Se da cuenta Agüera y Arcas de que está defendiendo con argumentos muy sólidos la teoría del diseño inteligente de las formas de vida? El libro está disponible en acceso abierto en Antikythera.

Artículo publicado originalmente en inglés por Science & Culture Today

Crédito de la imagen destacada: Adobe Stock