Un nuevo artículo en The Scientist, «Clocks Versus Rocks»[Relojes versus rocas], informa sobre una contradicción entre el registro fósil y los datos moleculares en lo que respecta al origen de los mamíferos placentarios. El problema es que, como descubrió un estudio basado en fósiles dirigido por Maureen O’Leary el año pasado, «la diversidad de mamíferos placentarios explotó» a partir de hace unos 65 millones de años, pero como dice ahora The Scientist, «los estudios genéticos que comparan el ADN de los placentarios vivos sugieren que nuestro último ancestro común vivió entre 88 y 117 millones de años atrás, cuando los dinosaurios todavía dominaban». De modo que tenemos un conflicto: los fósiles muestran la explosión abrupta de muchos grupos de mamíferos modernos a partir de hace unos 65 millones de años. Sin embargo, los miembros vivos de esos grupos son tan diferentes genéticamente que los estudios del “reloj molecular” sugieren que sus orígenes deben estar muy en lo profundo del Mesozoico, durante la era de los dinosaurios. ¿En qué conjunto de datos debemos confiar?

Cuando los biólogos evolucionistas oyen hablar de una «explosión», incluida la explosión de los mamíferos, se ponen nerviosos. Pensando desde una perspectiva evolucionista darwiniana, suponen que la diversidad masiva no pudo surgir rápidamente y, por lo tanto, el registro fósil está incompleto y los cazadores de fósiles simplemente aún no han descubierto los orígenes evolutivos de este grupo. De hecho, esto es exactamente lo que creen que está sucediendo aquí, como explica The Scientist:

La principal crítica de los investigadores es que el equipo de O’Leary consideró que la edad de los fósiles más antiguos de varios grupos placentarios era la edad del propio grupo. Es poco probable que esto sea así: probablemente existan fósiles más antiguos, pero aún no se han encontrado.

Por lo tanto, se prefieren los datos del reloj molecular, que sitúan los orígenes placentarios en las profundidades del Mesozoico. No obstante, el hecho es que no hemos encontrado fósiles que documenten el origen mesozoico de estos grupos de mamíferos placentarios. Más bien, los órdenes modernos de mamíferos placentarios aparecen de manera abrupta, en lo que muchos han llamado una «explosión».

¿Dónde hemos oído hablar de este problema antes? El mismo tipo de conflicto existe con la «explosión cámbrica», donde muchos filos animales aparecen de manera abrupta, sin precursores evolutivos, por lo que los científicos recurren a los datos moleculares para tratar de remontar sus orígenes evolutivos a las profundidades del Precámbrico. Stephen Meyer trata este tema en detalle en el capítulo 5 de su libro Darwin’s Doubt [La duda de Darwin]. En él, evalúa la hipótesis del «reloj molecular», que propone que utilizando tasas de mutación conocidas y comparando las diferencias entre los genes de los organismos vivos, podemos determinar cuánto tiempo hace que compartieron un ancestro común. Sin embargo, los estudios del reloj molecular están notoriamente plagados de dificultades y hacen suposiciones dudosas. Un artículo en Trends in Genetics comparó los métodos del reloj molecular con la «lectura de las entrañas de los pollos»1, y otro en Annual Review of Earth and Planetary Sciences admitió:

En concreto, las tasas de evolución molecular pueden variar considerablemente, tanto entre taxones como a lo largo del tiempo. Además, la precisión de la técnica depende de que se disponga de un punto o puntos de calibración precisos y de una filogenia fiable con un orden de ramificación y estimaciones de longitud de ramificación correctos… La idea de que existe un reloj molecular universal que funciona ha sido desacreditada desde hace mucho tiempo.2

Estas críticas reflejan el hecho de que los estudios del reloj molecular han arrojado fechas muy divergentes para los supuestos ancestros comunes más recientes de los animales. Como documenta Meyer, algunos estudios del reloj molecular sitúan al ancestro común más reciente después de la explosión cámbrica y otros calculan que los ancestros comunes de varios grupos animales vivieron antes del origen del universo, resultados obviamente absurdos3. Un artículo reconoce la gravedad del problema:

El segundo aspecto en el que las moléculas y la morfología están en serio desacuerdo se refiere a los orígenes de los filos de los metazoos. Aunque la diferencia entre las estimaciones moleculares y morfológicas para los orígenes de las aves y los mamíferos puede ser de hasta 50 millones de años, la diferencia entre ambas para los filos animales puede ser de hasta 500 millones de años, casi toda la duración del Fanerozoico.4

En cada uno de esos casos (aves, mamíferos y filos animales) vemos un origen explosivo de los grupos modernos, donde las diferencias genéticas entre los organismos vivos son mucho mayores de lo que sugeriría una visión evolutiva de su historia fósil. Tal vez se deba a que la evolución no es lo que generó su historia.

Referencias citadas

  1. Dan Graur y William Martin, Reading the Entrails of Chickens: Molecular Timescales of Evolution and the Illusion of Precision [Lectura de las entrañas de los pollos: escalas de tiempo moleculares de la evolución y la ilusión de precisión], Trends in Genetics, 20 (2004): 80-86.
  2. Andrew B. Smith y Kevin J. Peterson, Dating the Time and Origin of Major Clades [Datación del tiempo y origen de los clados principales], Annual Review of Earth and Planetary Sciences, 30 (2002): 65-88.
  3. Meyer documenta estos estudios en detalle en las páginas 107-110 de Darwin’s Doubt y las notas finales que lo acompañan.
  4. Andrew B. Smith y Kevin J. Peterson, Dating the Time and Origin of Major Clades [Datación del tiempo y origen de los clados principales], Annual Review of Earth and Planetary Sciences, vol. 30:65-88 (2002).

Foto de Marcus Lange: https://www.pexels.com/es-es/foto/fosil-de-dinosaurio-en-formacion-de-piedra-rugosa-3839557/