La comunicación es algo que fácilmente damos por sentado, sin embargo, este atributo omnipresente de los seres vivos representa una prueba fundamental del diseño inteligente.

Para ser efectiva, la comunicación siempre incluye tres características:

  • Expresión
  • Recepción
  • Comprensión

Una comunicación efectiva requiere y depende del funcionamiento de las tres características. La falta de cualquiera de ellas hace que la comunicación fracase. En resumen, la comunicación efectiva es irreduciblemente compleja.

Cuando nos referimos a la comunicación, solemos imaginar a personas hablando y escuchando, a alguien leyendo lo que otro ha escrito, o tal vez a nosotros mismos escuchando una interpretación musical. Sin embargo, más allá de nosotros mismos, la comunicación satura el reino animal en innumerables formas. Los insectos también se comunican. Incluso dentro de los organismos biológicos, a nivel celular, la comunicación forma parte integral del mantenimiento de nuestro ser físico.

El ejemplo de la presión arterial

Por ejemplo, la fisiología que controla la presión arterial en nuestro sistema circulatorio utiliza las tres características de la comunicación. Al ser liberadas, sustancias químicas hormonales complejas, como la epinefrina y la angiotensina, interactúan con sensores y receptores en todo el cuerpo para regular la presión arterial y mantenerla dentro de los límites de tolerancia requeridos. La comunicación ocurre de forma inconsciente, pero sin ella, ¡perderíamos la consciencia!

Analicemos con más detalle la forma de comunicación con la que estamos más familiarizados: el habla humana. Crear sonidos con las cuerdas vocales, la faringe, la lengua, la boca y los labios es solo el primer paso del proceso de comunicación. La capacidad multitarea de la faringe se ha destacado en el libro Your Designed Body [Tu cuerpo diseñado] de Howard Glicksman y Steve Laufmann.

La faringe nos proporciona la capacidad dual de respirar y tragar alimentos y agua, pero hace mucho más. Nos permite hablar, el lenguaje y realizar actividades tonales como el habla lírica y el canto. La percusión y la conformación acústica de la lengua, los dientes, la garganta, las cavidades oral y nasal, y la mayoría de las demás partes de la faringe, son absolutamente necesarias para la comunicación matizada, esencial para la experiencia humana.

Toda la anatomía coordinada que nos permite formar sonidos correspondientes a las palabras sería inútil si no poseyéramos también un sentido del oído maravillosamente afinado. Incluso una descripción superficial de las delicadas estructuras del oído necesarias para oír sonidos en un rango mil veces mayor de vibraciones acústicas revela detalles intrincadamente interrelacionados que superan la capacidad de la ingeniería humana.

Más que anatomía

Y, sin embargo, la audición es mucho más que estructuras anatómicas dispuestas con precisión para transformar las vibraciones acústicas en impulsos nerviosos eléctricos. También debemos tener la capacidad de interpretar los impulsos del nervio auditivo y comprender las señales eléctricas que llegan a nuestro cerebro para que se produzca cualquier comunicación.

El cerebro capta señales y las convierte en palabras y oraciones, y finalmente, en ideas. En cuestión de décimas de segundo, un sonido que proviene del oído puede convertirse en una idea en la mente. Los oídos y el cerebro necesitan trabajar en conjunto para que esto ocurra correctamente.

La complejidad de interpretar las señales auditivas dentro del cerebro ha desafiado nuestra comprensión.

Para los neurocientíficos, la audición humana es un proceso lleno de preguntas sin respuesta. ¿Cómo traduce el cerebro los sonidos (vibraciones que viajan por el aire) en patrones de actividad neuronal que reconocemos como el habla, la risa o los pasos de un amigo que se acerca?

Sistemas complejos independientes

Quizás pasamos por alto este increíble fenómeno de la comunicación debido a su familiaridad. Se requieren tres sistemas complejos e independientes: el habla, la audición y la interpretación cognitiva. Poseer (o, desde una perspectiva evolutiva, desarrollar) una característica no garantiza la aparición de las otras dos. Ningún beneficio parcial para la comunicación proviene, por ejemplo, del habla y la comprensión sin la audición. O de la audición y la comprensión sin el habla. Las tres características de la comunicación son necesarias. Cada una de ellas conlleva una funcionalidad bioquímica y neurológica específica y compleja. Juntos, los tres componentes esenciales de la comunicación conforman un sistema de sistemas irreduciblemente complejos.

En el reino animal, podemos reconocer muchos ejemplos de comunicación. Aunque las ardillas no estén discutiendo sobre política ni sobre teorías cosmológicas, utilizan diversas vocalizaciones para su propio beneficio.

La comunicación vocal es un método importante que utilizan las ardillas (Sciuridae) para transferir información de un individuo a otros… la comunicación vocal es importante para el desarrollo, la reproducción y la supervivencia de las ardillas…

La mayoría de las investigaciones enfatizan el origen evolutivo de la comunicación animal, citando su evidente beneficio para mejorar la supervivencia. Si bien el beneficio de la capacidad de comunicación para la supervivencia debería ser obvio, la complejidad irreducible de cualquier sistema de comunicación desafía cualquier explicación evolutiva.

Las complejas características independientes necesarias para una comunicación humana eficaz se reflejan en la comunicación animal (expresión, recepción, comprensión), e incluso aparecen en el mundo vegetal. Por ejemplo, las investigaciones indican que los árboles se comunican.

Los árboles están conectados entre sí mediante redes fúngicas subterráneas. Comparten agua y nutrientes a través de estas redes y también las utilizan para comunicarse. Envían señales de alerta sobre sequías y enfermedades, por ejemplo, o ataques de insectos, y otros árboles modifican su comportamiento al recibir estos mensajes.

El Servicio de Parques Nacionales informa:

Se sabe desde hace al menos un par de décadas que los árboles y las plantas pueden comunicarse liberando compuestos orgánicos volátiles (COV).

De nuevo, en la comunicación arbórea interviene un sistema irreduciblemente complejo: el mensaje debe expresarse y recibirse. Pero esto no basta: el mensaje debe producir el resultado previsto; de lo contrario, todo el sistema es un desperdicio.

Considerando de nuevo el ejemplo de la comunicación fisiológica dentro del cuerpo, la importancia de este proceso para la vida no ha pasado desapercibida para la comunidad científica, expresada con la premisa de la evolución.

En el proceso de la historia evolutiva, el avance de la vida como grupo no sería posible sin células, tejidos y sistemas que se comunicaran entre sí con mecanismos de comunicación específicos.

Tampoco ha pasado desapercibida la necesidad interconectada de las características de una comunicación exitosa.

La teoría predice que, para que una señal evolucione, tanto el emisor como el receptor deben beneficiarse de su interacción. Por lo tanto, debe existir una estrecha coevolución entre la producción de la señal y la percepción y respuesta subsiguientes.

Suspendiendo la incredulidad

¿Cómo es posible asumir que las innumerables formas de comunicación sofisticada entre y dentro de los seres vivos simplemente evolucionaron? ¿Cómo se puede concluir que cada característica esencial se desarrolló en paralelo, mediante procesos no dirigidos cuya única razón de ser es una procreación mejorada? ¿Acaso tal hipótesis no requiere una insoportable suspensión de la incredulidad?

La implicación de la naturaleza irreducible de la comunicación es clara, pero al mantener suposiciones erróneas es posible captar la señal y perder el mensaje.

Artículo publicado originalmente en inglés por Eric Hedin Ph.D. en Evolution News & Science Today