Wired ofrece un artículo fascinante sobre el Dr. Robert White, un neurocirujano de mediados del siglo XX que fue famoso por su extensa investigación sobre trasplantes de cabeza. Trasplantó cabezas de varios animales, a menudo sin éxito (muchos animales murieron) pero con cierto éxito, particularmente con monos. Las cuestiones médicas, éticas y sociológicas son interesantes en sí mismas, pero me centraré aquí en las cuestiones metafísicas. Específicamente, si su cabeza es trasplantada, ¿su alma la acompaña?

Primero, vale la pena señalar que el trasplante de cabeza es una cirugía difícil pero factible. Sabemos cómo unir los vasos sanguíneos, cómo fusionar los huesos de la columna, cómo unir las tráqueas, los músculos y los nervios periféricos. El trasplante de una cabeza completa (o un cuerpo entero, según su perspectiva) sería técnicamente desafiante y bastante arriesgado.

Cortar la médula espinal

El trasplante de cabeza no se ha realizado en humanos. No porque no funcione, sería técnicamente más fácil para los humanos que para los monos porque los humanos son más grandes, por lo que las cosas serían más fáciles de coser. No se ha hecho en humanos porque, para trasplantar una cabeza, se debe cortar la médula espinal, lo que provoca una parálisis permanente. El trasplante de cabeza causa cuadriplejía. No hay ningún beneficio médico real en crear un paciente tetrapléjico; podría preservar la vida, pero a expensas de la parálisis total. Esta pregunta surge ocasionalmente en neurocirugía en un contexto diferente. El consenso es que la imposición deliberada de una discapacidad neurológica catastrófica es inaceptable, incluso si puede salvar vidas. Con raras excepciones, no hacemos que las personas estén ciegas, paralizadas o en coma deliberadamente, ni siquiera para prolongar la vida.

Un caso ético para el trasplante de cabeza se podría hacer en el caso de un paciente ya tetrapléjico que tuviera insuficiencia orgánica múltiple y que moriría de otra manera. Este es un escenario raro.

El trasplante de cabeza es interesante desde una perspectiva metafísica. Es una pregunta que habría interesado al Dr. Frankenstein: Imagine que la reparación de la médula espinal fuera factible y los pacientes no quedarían paralizados. Si las cabezas se cambiaran con éxito, ¿dónde terminarían las almas? ¿Está el alma en el cerebro, en el cuerpo, en ambos o en ninguno? Dos personas seguirían existiendo después de cambiar de cabeza. ¿Pero quién sería quién? ¿Adónde irían las almas, con los cerebros o con los cuerpos?

El significado de nuestras palabras

Como ocurre con tantas preguntas metafísicas sobre la relación cuerpo-mente, primero debemos comprender el significado de las palabras que usamos. La cuestión de la disposición del alma depende de lo que entendamos por «alma». ¿Es el alma una cosa que vive en algún lugar del cerebro, por así decirlo, o en el cuerpo? ¿O está fuera del cuerpo y el cerebro o en algún lugar o algo más? ¿O el alma no es una «cosa» en absoluto? ¿Existe el alma?

Artículo publicado originalmente en inglés por Michael Egnor Ph.D.