Los evolucionistas comúnmente le dicen al público que la evidencia fósil de la evolución darwiniana de nuestra especie, el Homo sapiens, a partir de criaturas parecidas a los monos es incontrovertible. En 2009, el profesor de antropología de la Universidad Metodista del Sur, Ronald Wetherington, testificó ante la Junta de Educación del Estado de Texas que la evolución humana tiene “posiblemente la secuencia más completa de sucesión de fósiles de cualquier mamífero en el mundo. Sin huecos. No hay falta de fósiles de transición… Así que cuando la gente habla de la falta de fósiles de transición o lagunas en el registro fósil, no es absolutamente cierto. Y no es cierto específicamente para nuestra propia especie”.1 Según Wetherington, los orígenes humanos muestran “un buen ejemplo limpio de lo que Darwin pensó que era un cambio evolutivo gradual”. Pero, ¿el registro fósil respalda tales afirmaciones? Indagar en la literatura técnica revela una historia marcadamente diferente.

Lejos de proporcionar «un buen ejemplo limpio» de «cambio evolutivo gradual» que «no tiene lagunas» o «no faltan fósiles de transición», el registro muestra una discontinuidad dramática entre las formas similares a las de los simios y las humanas. Fósiles parecidos a humanos aparecen abruptamente en el registro, sin claros precursores evolutivos, contradiciendo las expectativas darwinianas. El registro fósil no muestra que los humanos hayan evolucionado a partir de precursores similares a los simios.

El fragmentado campo de la paleoantropología

La disciplina de la paleoantropología estudia los restos fósiles de homínidos y homínidos antiguos. Los paleoantropólogos se enfrentan a muchos desafíos abrumadores en su búsqueda por explicar la evolución humana a partir de este ancestro común hipotético entre humanos y simios. Su campo está fragmentado en múltiples sentidos, lo que dificulta confirmar los relatos evolutivos de los orígenes humanos.

Primero, el registro fósil está fragmentado y existen largos períodos de tiempo para los cuales hay pocos fósiles de homínidos. Tan «fragmentarios y desconectados» son los datos, según el zoólogo de Harvard Richard Lewontin, que «[a] pesar de las afirmaciones entusiastas y optimistas que han hecho algunos paleontólogos, ninguna especie de homínido fósil puede establecerse como nuestro antepasado directo»2.

Los propios especímenes

Un segundo desafío es la naturaleza fragmentada de los propios especímenes fósiles. Los fósiles de homínidos típicos consisten en meros restos de huesos, lo que dificulta sacar conclusiones definitivas sobre su morfología, comportamiento y relaciones. Como comentó Stephen Jay Gould: “La mayoría de los fósiles de homínidos, aunque sirven como base para especulaciones interminables y narraciones elaboradas, son fragmentos de mandíbulas y restos de cráneos”.3

Las reconstrucciones de carne de homínidos extintos son igualmente subjetivas. A menudo intentan disminuir las capacidades intelectuales de los humanos y exagerar las de los simios. Un libro de texto de la escuela secundaria4 caricaturiza a los neandertales como intelectualmente primitivos a pesar de que exhibieron inteligencia y cultura, y muestra al Homo erectus como una forma torpe y encorvada, a pesar de que su esqueleto es extremadamente similar al de los humanos modernos. Por el contrario, el mismo libro de texto retrata a un australopitecino (que, en realidad, tenía un cerebro del tamaño de un chimpancé) con destellos de inteligencia y emoción similares a los humanos, una táctica común en los libros ilustrados sobre los orígenes humanos.5 Las palabras del famoso antropólogo físico Earnest Hooton de la Universidad de Harvard siguen siendo válidas: “las supuestas restauraciones de tipos antiguos de hombres tienen muy poco valor científico, si es que tienen alguno, y es probable que solo engañen al público”.6

El problema de los datos escasos

Tercero, el campo mismo está fragmentado. La naturaleza escasa de los datos, combinada con el deseo de hacer afirmaciones seguras sobre la evolución humana, a menudo traiciona la objetividad y conduce a fuertes desacuerdos.7 Después de entrevistar a paleoantropólogos para un documental, el productor de PBS NOVA, Mark Davis, relató que “[c]ada experto en neandertales pensó que el último con el que habia hablado era un idiota, si no un neandertal real”.8

Incluso los modelos evolutivos de los orígenes humanos más establecidos y promovidos con confianza se basan en pruebas limitadas. El editor de Nature, Henry Gee, admitió que “la evidencia fósil de la historia evolutiva humana es fragmentaria y está abierta a varias interpretaciones”.9

Notas

  1. Ronald Wetherington, testimony before Texas State Board of Education (January 21, 2009). Original recording on file with author, SBOECommtFullJan2109B5.mp3, time index 1:52:00-1:52:44.
  2. Richard Lewontin, Human Diversity (New York: Scientific American Library, 1995), 163.
  3. Stephen Jay Gould, The Panda’s Thumb: More Reflections in Natural History (New York: Norton, 1980), 126.
  4. See Alton Biggs et al., National Geographic Society, Biology: The Dynamics of Life (New York: Glencoe/McGraw Hill, 2000), 442-443.
  5. Biggs et al., Biology: The Dynamics of Life; Esteban E. Sarmiento, Gary J. Sawyer, and Richard Milner, The Last Human: A Guide to Twenty-Two Species of Extinct Humans (New Haven, CT: Yale University Press, 2007); Richard Potts and Christopher Sloan, What Does It Mean to Be Human? (Washington, DC: National Geographic, 2010); Carl Zimmer, Smithsonian Intimate Guide to Human Origins (Toronto, Canada: Madison Press, 2005).
  6. Earnest Albert Hooton, Up from the Ape, rev. ed. (New York: Macmillan, 1946), 329.
  7. Paige Williams, “Digging for Glory,” The New Yorker (June 27, 2016), http://www.newyorker.com/magazine/2016/06/27/lee-berger-digs-for-bones-and-glory (accessed October 26, 2020); Donald Johanson and Blake Edgar, From Lucy to Language (New York: Simon & Schuster, 1996).
  8. Mark Davis, “Into the Fray: The Producer’s Story,” PBS NOVA Online (February 2002), http://www.pbs.org/wgbh/nova/neanderthals/producer.html (accessed October 26, 2020).
  9. Henry Gee, “Return to the Planet of the Apes,” Nature 412 (July 12, 2001), 131-132.

Artículo publicado originalmente en inglés por Casaey Luskin Ph.D. en Evolution News & Science Today