Desde la antigüedad, los estudiosos han debatido si la aparición del diseño en la vida fue producto de una mente trascendente o de procesos naturales aleatorios. Este último punto de vista llegó a dominar después de que la comunidad científica abrazara en gran medida la teoría de la selección natural de Darwin. En las últimas décadas, la hegemonía del modelo estándar de evolución ha comenzado a decaer. Los descubrimientos recientes han obligado a los biólogos a reemplazar las suposiciones evolutivas con suposiciones, lenguaje y métodos de investigación basados en el diseño. Esta tendencia está impulsada en gran medida por la observación de que los mismos motivos y patrones de ingeniería empleados en las creaciones humanas son omnipresentes en los sistemas vivos. Lo que se vuelve cada vez más claro es que los principios de la ingeniería explican casi todos los aspectos de la vida mucho mejor que la teoría de la evolución. Esta conclusión coincide perfectamente con la doctrina cristiana central de que la vida fue diseñada por Dios y no un accidente involuntario de la naturaleza.

Introducción a los atomistas

Desde la antigüedad, los estudiosos han debatido si todo en el mundo era simplemente el producto de procesos naturales o se derivaba de los planes de un intelecto supremo (Lloyd 1970). La forma antigua de la filosofía anterior se denomina atomismo. Sus adherentes creían que la materia estaba compuesta de «átomos» indivisibles que interactúan de acuerdo con varias reglas. Las interacciones de los átomos, el azar y el tiempo dieron como resultado todo lo observado en nuestro mundo. La forma moderna de esta tradición filosófica se denomina materialismo científico.

Los atomistas desarrollaron teorías evolutivas para explicar la aparición del diseño en la vida. Estas teorías parecen inquietantemente familiares para los oídos modernos. El médico griego Hipócrates propuso a fines del siglo V o principios del IV a. C. un modelo de herencia y adaptación que Charles Darwin describió como casi idéntico al suyo (Tsiompanou & Marketos 2013). Y el poeta Lucrecio desarrolló en el siglo I aC un marco evolutivo basado en una forma primitiva de selección natural (Campbell 2004). La agenda de Lucrecio era eliminar la teleología (también conocida como diseño) y, por extensión, la influencia de cualquier deidad del mundo.

En marcado contraste, filósofos como Platón y Aristóteles rechazaron la afirmación de que la materia tenía en sí misma la capacidad de autoorganizarse en criaturas vivas. En cambio, creían que una mente trascendente imaginó el plan arquitectónico o la lógica de diseño de cada criatura distinta. Y el plan de diseño detallaba cómo se arreglaría el asunto en la forma final de una criatura. Esa forma nunca habría ocurrido sin una dirección externa.

Algunos académicos han argumentado que las opiniones de Aristóteles son más compatibles con el materialismo científico que con el DI (Feser 2019). Pero tales afirmaciones resultan de una mala lectura de los escritos de Aristóteles (Bos 2003, 2018; Gerson 2005; Henry 2019). Él, como Platón, se habría alineado con los defensores del diseño moderno mucho más que con los materialistas científicos.

Teoría moderna del diseño inteligente

Los argumentos que emplearon los filósofos antiguos para defender su conclusión del diseño en la vida (Archer-Hind 1888; Aristóteles 2010) se asemejan a los que promueven los defensores del diseño en la actualidad. Y la justificación de los atomistas para ignorar la evidencia del diseño se parece a los argumentos de los materialistas científicos modernos (Sedley 2008). Este conflicto se reflejó en el capítulo inicial de la carta del apóstol Pablo a los romanos, donde describió cómo la clara evidencia del «poder eterno» de Dios se «entiende por las cosas creadas» (Keener 2009). El apóstol habría visto el debate diseño-evolución hoy como una continuación del mismo conflicto que se desató en el primer siglo.

Darwin desarrolló la versión moderna de la teoría de la evolución y, al igual que sus antiguos predecesores, argumentó que los procesos evolutivos podían imitar el poder creativo de un agente inteligente al generar características biológicas de cualquier nivel de complejidad e ingenio. Más específicamente, la selección natural podría actuar como un sustituto del diseñador que faculta al entorno para que actúe como un agente creativo, eliminando así la necesidad de un creador. Tal razonamiento permitió a los evolucionistas simplemente descartar cualquier evidencia de diseño, sin importar cuán concluyente fuera, como meramente un artefacto de un proceso ciego y aleatorio que no tenía ningún objetivo final en mente.

Un regreso al atomismo

Francisco Ayala, ex presidente de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia, describió el logro de Darwin de devolver la tradición filosófica atomista al dominio (Ayala 2007) en los términos más claros posibles:

La mayor contribución de Darwin a la ciencia es que completó la revolución copernicana al extraer para la biología la noción de naturaleza como un sistema de materia en movimiento gobernado por leyes naturales. Con el descubrimiento de la selección natural por parte de Darwin, el origen y las adaptaciones de los organismos entraron en el ámbito de la ciencia. Las características adaptativas de los organismos ahora podrían explicarse, como los fenómenos del mundo inanimado, como resultado de procesos naturales, sin recurrir a un diseñador inteligente.

Durante el siglo siguiente, los biólogos combinaron la teoría de Darwin con la genética y la genética de poblaciones para formar el neodarwinismo, también conocido como la síntesis moderna. En las décadas siguientes, la teoría fue ampliamente aceptada para explicar toda la evidencia del diseño en la vida como una mera ilusión. Esta creencia, sin embargo, se está volviendo cada vez más insostenible a la luz de los avances en las ciencias biológicas durante las últimas décadas.

Artículo publicado oringalmente en inglés por Brian Miller Ph.D. en Evolution News & Science Today